Tao (Littleevilmaknae)
La primera vez que Tao sospechó, notó o en su defecto, descubrió, que estaba enamorado de Oh SeHun fue un día lluvioso.
Recuerda el cansancio, el estrés, la melancolía que le daba pensar en su país, en su ciudad, en el sudor durante las clases de wushu, en los consejos de sus amigos, su apoyo fundamental, las salidas que compartían… Muchos sentimientos acumulados en un corazón que había tenido que volverse maduro demasiado rápido. Un corazón valiente vivía en ese joven de sólo dieciocho años.
Pero sobre todo, extrañaba a su familia. Quizá a su padre no tanto, con quien nunca fue muy cercano. Sin embargo, lo extrañaba a morir. También anhelaba la comida de su abuela, los consejos de su abuelo, las risas que ambos le brindaban y el cariño que se daban mutuamente cuando creían que ZiTao no los miraba.
Y a su madre, su calor, sus amenazas, sus alientos, su comida, su consuelos… El mayor deseo de Tao en ese momento era abrazarla hasta cansarse, cosa que no pasaría muy rápido.
Algo cayó en su barbilla, y se sorprendió al rozar su mano en la zona y notar que se trataba de una lágrima. Se mordió el labio fuertemente antes de descargarse en sollozos, tratando que estos fueran más fuertes que sus sentimientos para opacarlos.
Mientras se esforzaba por calmarse, oyó que SeHun, su compañero de habitación se removía en su cama y que lentamente se sentaba sobre ella. Lo observó con los ojos que intentaban acostumbrarse a la oscuridad, y al comprender que Tao lloraba, se levantó de inmediato para atraparlo en sus brazos y besarle el cabello.
—¿Otra vez, hyung? —preguntó acariciando su espalda.
—S-sí —contestó mientras se tragaba los mocos. Parecía un niño a pesar de ser mayor que el otro—. Los extraño demasiado. Si tan sólo pudiera visitarlos…
—Pero eso no pasará, Tao. Tienes que esperar al debut, y mientras tanto enfocarte en el entrenamiento. Si lo haces, pasará todo muy rápido y cuando menos lo creas estarás frente a tu familia.
ZiTao sonrió, aferrándose a SeHun—. ¿Y tú no extrañas a tu familia?
—Mucho —confesó—. Pero quiero ser fuerte, por ustedes y por mí. No puedo permitirme deprimirme tanto… Y si lo piensas, nosotros nos buscamos esto. Ya nos habían advertido lo duro que era esta etapa.
El chino frunció el entrecejo antes de hablar—. SeHun, si te quiebras… ¿Me permitirás que sólo yo pueda verlo?
SeHun lo miró sorprendido, pero asintió con la cabeza, antes de reclamarle lo tarde que era y que al día siguiente tendrían que repetir aquella rutina que prometía sudor y cansancio.
Era un muy agradable recuerdo, pensó Tao mientras sonreía con dulzura. Hoy día, extrañaba momentos como esos donde se consolaban mutuamente. Pero SeHun se había ido separando cada vez más del chino, para perseguir diariamente a LuHan. Y ni siquiera tenía tiempo para pensar en su familia, porque apenas cerraba los ojos durante unos segundos, no los volvía a abrir hasta horas más tarde.
Y sin embargo, sí tenía tiempo para sentir envidia cuando SeHun le sonreía a LuHan, y no a él. También que fuera LuHan quien lo consolara cuando el otro lloraba, sea por ganar un premio o porque estaba demasiado cansado.
Fue especialmente una ocasión, cuando en una radio SeHun habló de su cariño por los demás. Relató cómo oraba por todos y lo mucho que extrañaba a su familia.
Era extraño, porque verlo en un estado tan vulnerable como aquella vez, con las lágrimas cayendo por su rostro le había dolido tanto como ver a su madre llorar. Quizá porque no lo podía consolar, o porque le hería ver a quien tanto amaba sufrir de esa forma.
Cuando lo veía sonriendo, de inmediato sentía algo indescriptible en su corazón y estómago. Incontables veces se preguntaba “¿por qué sonreirá?”. Porque a él le gustaría ser el causante de su felicidad por una vez.
Quería abrazarlo, acariciarle el cabello, darle un beso en la mejilla y de paso en los labios. Decirle lo mucho que lo estimaba y perder la razón para siempre.
Quizá hubiese gente que lo llamara obsesión, pero por primera vez sentía cosas que por nadie había sentido, y le preocupaba sufrir por eso.
“Al diablo si sufro”, se dijo “quiero verte sonreír para siempre”.
--------
Un muy molesto sonido empezó a oírse en la habitación de ZiTao aquella madrugada. Abrió los ojos al primer timbre, pero se quedó otros tres intentando procesar de dónde venía aquél ruido. A la quinta timbrada comprendió que era su teléfono y de inmediato se incorporó para detenerlo.
Recordó que era domingo y eso fue suficiente para ponerse de pie, darse una ducha rápida y cambiar su pijama por ropa cómoda.
Los domingos eran sagrados para él, amanecía temprano (incluso más que MinSeok, milagrosamente), estiraba un poco, practicaba wushu, tomaba una de las bicicletas (cortesía de las fans) y andaba ligero hasta llegar al río Han.
Esa era su rutina, de la que estaba casi completamente seguro de que nadie sabía sobre ella.
Echándose sobre el pasto, cerró los ojos y dejó que sus tensos músculos se relajaran aunque sea un poco. Fundiéndose en sus pensamientos, dejó que lo vivido recientemente se recreara en estructura de película.
Revivió en su mente lo sucedido los días anteriores.
SeHun entró hecho una furia a la habitación alguna, y sin dirigirle mirada o palabra alguna al panda, se acostó en la cama donde dormía siempre LuHan y se tapó enteramente.
—¿SeHun…? —preguntó con precaución.
—Ahora no, Tao.
El nombrado no replicó, y preocupado se dispuso a dormir.
También recordó el suceso del día de ayer.
—MinSeok gege, ¿te bañas conmigo? —preguntó el chico con complejo de panda, haciendo uso de su “bbuing, bbuing” que raramente fallaba.
Por supuesto que el mayor no pudo negarle la petición y en minutos compartían la tina. El agua tibia ablandó los músculos de ambos, y también sus sentimientos, porque al instante estaban contándose todo lo pasado y todas sus preocupaciones. Se asemejaban a dos jóvenes amigas que se llamaban para hablar acerca de un mal de amores y que terminaban riendo por las ocurrencias más o menos disparatadas, como intervenciones de hadas madrinas o monstruos que pretendían asesinar al culpable del dolor de las muchachas.
La diferencia, esta vez era que MinSeok era feliz. No dejaba de sonreír y de hablar de su novio. Sus ojos le brillaban cuando lo hacían y sus mejillas se tornaban en un adorable color rojo.
Y Tao moría de envidia, él también quería que su persona especial le correspondiera y que pudieran compartir tantos hermosos momentos como los que le relataba MinSeok. Sin embargo no hizo alusión alguna a sus deseos y sonrió con cada una de las palabras de su amigo coreano.
Cuando ya hubieron terminado y estaban secos y vestidos, ZiTao se disponía a despedirse del coreano y a agradecerle por haberlo acompañado, pero el otro le pidió ir a la habitación del menor. Muy sonriente aceptó, y tomándolo de la mano lo llevó hasta su habitación, donde SeHun leía su tan preciado cómic. Este los miró con sorpresa, para luego fruncir el ceño y esconderse detrás del libro.
Ignorando esto, Tao y MinSeok se sentaron en la cama del primero y empezaron a bromear de cosas al azar, hasta que el menor propuso jugar.
—¿Jugar? —preguntó, entrecerrando los ojos—. ¿Qué tal a los vaqueros?
—Bueno… —entonces lo apuntó con su dedo índice, levantando el pulgar. Y simulando una pistola, le disparó, haciendo con su voz un sonido que difícilmente se asemejaba al de un disparo. MinSeok reaccionó de inmediato echándose hacia atrás, haciendo una demostración patética de alguien muerto.
Sin embargo al panda pareció haberle hecho mucha gracia, porque empezó a lanzar fuertes carcajadas y rápidamente se posicionó con las piernas al costado de su amigo sin dejar de hacerle cosquillas. Tan divertidos estaban que no notaron una penetrante mirada que los seguía y cómo LuHan entraba a la zona para arrojar a Tao al suelo.
Asustado lo miró a los ojos—. ¿Qué estás haciendo? —rugió el mayor.
—Hyung… —habló SeHun por primera vez.
—¿QUÉ?
—MinSeok hyung le dijo que jugaran a los vaqueros —y dicho esto empezó a reírse, logrando un sonrojo muy fuerte en Tao, quien se regañaba interiormente por reaccionar de ese modo con cosas tan sencillas.
LuHan y MinSeok se marcharon, dejando a los maknaes solos sumidos en un incómodo silencio, que luego de unos minutos fue roto por el menor de todos.
—¿Qué es MinSeok hyung para ti? —preguntó yendo directo al grano.
—¿E-eh? —contestó con otra pregunta sin entender por qué sacaba a relucir ese tema.
—Sí. No deberías juntarte tanto con él, sale con LuHan hyung y además… —pero fue interrumpido.
—¿Y a ti qué te importa con quién me junto? —dijo enfadado. Bien que SeHun le gustaba muchísimo, pero si iba a armar una escena de celos porque le molestaba que se juntara con MinSeok con quien precisamente no se llevaba muy bien, no lo permitiría.
El otro abrió la boca varias veces, intentando decir algo, pero al no lograrlo apagó el velador que se encontraba al lado y sin hacer más comentarios se dispuso a dormir.
--------
—Qué chico tan extraño… —murmuró para sí mismo. Ni bien terminó de decir esto, oyó unas pisadas, e incorporándose sobre el pasto observó a quien le destrozaba su tranquilidad.
—¿SeHun? ¿Qué haces aquí?
La primera vez que Tao sospechó, notó o en su defecto, descubrió, que estaba enamorado de Oh SeHun fue un día lluvioso.
Recuerda el cansancio, el estrés, la melancolía que le daba pensar en su país, en su ciudad, en el sudor durante las clases de wushu, en los consejos de sus amigos, su apoyo fundamental, las salidas que compartían… Muchos sentimientos acumulados en un corazón que había tenido que volverse maduro demasiado rápido. Un corazón valiente vivía en ese joven de sólo dieciocho años.
Pero sobre todo, extrañaba a su familia. Quizá a su padre no tanto, con quien nunca fue muy cercano. Sin embargo, lo extrañaba a morir. También anhelaba la comida de su abuela, los consejos de su abuelo, las risas que ambos le brindaban y el cariño que se daban mutuamente cuando creían que ZiTao no los miraba.
Y a su madre, su calor, sus amenazas, sus alientos, su comida, su consuelos… El mayor deseo de Tao en ese momento era abrazarla hasta cansarse, cosa que no pasaría muy rápido.
Algo cayó en su barbilla, y se sorprendió al rozar su mano en la zona y notar que se trataba de una lágrima. Se mordió el labio fuertemente antes de descargarse en sollozos, tratando que estos fueran más fuertes que sus sentimientos para opacarlos.
Mientras se esforzaba por calmarse, oyó que SeHun, su compañero de habitación se removía en su cama y que lentamente se sentaba sobre ella. Lo observó con los ojos que intentaban acostumbrarse a la oscuridad, y al comprender que Tao lloraba, se levantó de inmediato para atraparlo en sus brazos y besarle el cabello.
—¿Otra vez, hyung? —preguntó acariciando su espalda.
—S-sí —contestó mientras se tragaba los mocos. Parecía un niño a pesar de ser mayor que el otro—. Los extraño demasiado. Si tan sólo pudiera visitarlos…
—Pero eso no pasará, Tao. Tienes que esperar al debut, y mientras tanto enfocarte en el entrenamiento. Si lo haces, pasará todo muy rápido y cuando menos lo creas estarás frente a tu familia.
ZiTao sonrió, aferrándose a SeHun—. ¿Y tú no extrañas a tu familia?
—Mucho —confesó—. Pero quiero ser fuerte, por ustedes y por mí. No puedo permitirme deprimirme tanto… Y si lo piensas, nosotros nos buscamos esto. Ya nos habían advertido lo duro que era esta etapa.
El chino frunció el entrecejo antes de hablar—. SeHun, si te quiebras… ¿Me permitirás que sólo yo pueda verlo?
SeHun lo miró sorprendido, pero asintió con la cabeza, antes de reclamarle lo tarde que era y que al día siguiente tendrían que repetir aquella rutina que prometía sudor y cansancio.
Era un muy agradable recuerdo, pensó Tao mientras sonreía con dulzura. Hoy día, extrañaba momentos como esos donde se consolaban mutuamente. Pero SeHun se había ido separando cada vez más del chino, para perseguir diariamente a LuHan. Y ni siquiera tenía tiempo para pensar en su familia, porque apenas cerraba los ojos durante unos segundos, no los volvía a abrir hasta horas más tarde.
Y sin embargo, sí tenía tiempo para sentir envidia cuando SeHun le sonreía a LuHan, y no a él. También que fuera LuHan quien lo consolara cuando el otro lloraba, sea por ganar un premio o porque estaba demasiado cansado.
Fue especialmente una ocasión, cuando en una radio SeHun habló de su cariño por los demás. Relató cómo oraba por todos y lo mucho que extrañaba a su familia.
Era extraño, porque verlo en un estado tan vulnerable como aquella vez, con las lágrimas cayendo por su rostro le había dolido tanto como ver a su madre llorar. Quizá porque no lo podía consolar, o porque le hería ver a quien tanto amaba sufrir de esa forma.
Cuando lo veía sonriendo, de inmediato sentía algo indescriptible en su corazón y estómago. Incontables veces se preguntaba “¿por qué sonreirá?”. Porque a él le gustaría ser el causante de su felicidad por una vez.
Quería abrazarlo, acariciarle el cabello, darle un beso en la mejilla y de paso en los labios. Decirle lo mucho que lo estimaba y perder la razón para siempre.
Quizá hubiese gente que lo llamara obsesión, pero por primera vez sentía cosas que por nadie había sentido, y le preocupaba sufrir por eso.
“Al diablo si sufro”, se dijo “quiero verte sonreír para siempre”.
--------
Un muy molesto sonido empezó a oírse en la habitación de ZiTao aquella madrugada. Abrió los ojos al primer timbre, pero se quedó otros tres intentando procesar de dónde venía aquél ruido. A la quinta timbrada comprendió que era su teléfono y de inmediato se incorporó para detenerlo.
Recordó que era domingo y eso fue suficiente para ponerse de pie, darse una ducha rápida y cambiar su pijama por ropa cómoda.
Los domingos eran sagrados para él, amanecía temprano (incluso más que MinSeok, milagrosamente), estiraba un poco, practicaba wushu, tomaba una de las bicicletas (cortesía de las fans) y andaba ligero hasta llegar al río Han.
Esa era su rutina, de la que estaba casi completamente seguro de que nadie sabía sobre ella.
Echándose sobre el pasto, cerró los ojos y dejó que sus tensos músculos se relajaran aunque sea un poco. Fundiéndose en sus pensamientos, dejó que lo vivido recientemente se recreara en estructura de película.
Revivió en su mente lo sucedido los días anteriores.
SeHun entró hecho una furia a la habitación alguna, y sin dirigirle mirada o palabra alguna al panda, se acostó en la cama donde dormía siempre LuHan y se tapó enteramente.
—¿SeHun…? —preguntó con precaución.
—Ahora no, Tao.
El nombrado no replicó, y preocupado se dispuso a dormir.
También recordó el suceso del día de ayer.
—MinSeok gege, ¿te bañas conmigo? —preguntó el chico con complejo de panda, haciendo uso de su “bbuing, bbuing” que raramente fallaba.
Por supuesto que el mayor no pudo negarle la petición y en minutos compartían la tina. El agua tibia ablandó los músculos de ambos, y también sus sentimientos, porque al instante estaban contándose todo lo pasado y todas sus preocupaciones. Se asemejaban a dos jóvenes amigas que se llamaban para hablar acerca de un mal de amores y que terminaban riendo por las ocurrencias más o menos disparatadas, como intervenciones de hadas madrinas o monstruos que pretendían asesinar al culpable del dolor de las muchachas.
La diferencia, esta vez era que MinSeok era feliz. No dejaba de sonreír y de hablar de su novio. Sus ojos le brillaban cuando lo hacían y sus mejillas se tornaban en un adorable color rojo.
Y Tao moría de envidia, él también quería que su persona especial le correspondiera y que pudieran compartir tantos hermosos momentos como los que le relataba MinSeok. Sin embargo no hizo alusión alguna a sus deseos y sonrió con cada una de las palabras de su amigo coreano.
Cuando ya hubieron terminado y estaban secos y vestidos, ZiTao se disponía a despedirse del coreano y a agradecerle por haberlo acompañado, pero el otro le pidió ir a la habitación del menor. Muy sonriente aceptó, y tomándolo de la mano lo llevó hasta su habitación, donde SeHun leía su tan preciado cómic. Este los miró con sorpresa, para luego fruncir el ceño y esconderse detrás del libro.
Ignorando esto, Tao y MinSeok se sentaron en la cama del primero y empezaron a bromear de cosas al azar, hasta que el menor propuso jugar.
—¿Jugar? —preguntó, entrecerrando los ojos—. ¿Qué tal a los vaqueros?
—Bueno… —entonces lo apuntó con su dedo índice, levantando el pulgar. Y simulando una pistola, le disparó, haciendo con su voz un sonido que difícilmente se asemejaba al de un disparo. MinSeok reaccionó de inmediato echándose hacia atrás, haciendo una demostración patética de alguien muerto.
Sin embargo al panda pareció haberle hecho mucha gracia, porque empezó a lanzar fuertes carcajadas y rápidamente se posicionó con las piernas al costado de su amigo sin dejar de hacerle cosquillas. Tan divertidos estaban que no notaron una penetrante mirada que los seguía y cómo LuHan entraba a la zona para arrojar a Tao al suelo.
Asustado lo miró a los ojos—. ¿Qué estás haciendo? —rugió el mayor.
—Hyung… —habló SeHun por primera vez.
—¿QUÉ?
—MinSeok hyung le dijo que jugaran a los vaqueros —y dicho esto empezó a reírse, logrando un sonrojo muy fuerte en Tao, quien se regañaba interiormente por reaccionar de ese modo con cosas tan sencillas.
LuHan y MinSeok se marcharon, dejando a los maknaes solos sumidos en un incómodo silencio, que luego de unos minutos fue roto por el menor de todos.
—¿Qué es MinSeok hyung para ti? —preguntó yendo directo al grano.
—¿E-eh? —contestó con otra pregunta sin entender por qué sacaba a relucir ese tema.
—Sí. No deberías juntarte tanto con él, sale con LuHan hyung y además… —pero fue interrumpido.
—¿Y a ti qué te importa con quién me junto? —dijo enfadado. Bien que SeHun le gustaba muchísimo, pero si iba a armar una escena de celos porque le molestaba que se juntara con MinSeok con quien precisamente no se llevaba muy bien, no lo permitiría.
El otro abrió la boca varias veces, intentando decir algo, pero al no lograrlo apagó el velador que se encontraba al lado y sin hacer más comentarios se dispuso a dormir.
--------
—Qué chico tan extraño… —murmuró para sí mismo. Ni bien terminó de decir esto, oyó unas pisadas, e incorporándose sobre el pasto observó a quien le destrozaba su tranquilidad.
—¿SeHun? ¿Qué haces aquí?
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