Despertaste por el sonido constante de un bípido. Inmediatamente alcanzaste tus anteojos instintivamente sobre la mesa junto a la cama, pero no los encontraste allí. Te estremeciste cuando sentiste algo tomar tu mano y colocarla sobre lo que reconociste, eran tus lentes. Te los pusiste y entrecerraste los ojos para ver a Kai.
—¿Kai? —murmuraste con
confusión y consideraste por un instante seguir durmiendo.
—Buenos días —dijo,
usando su usual sonrisa marca Kai.
—¿Por qué estás aquí?
—preguntaste—. ¿Por qué estoy aquí? —preguntaste más
sorprendida, al darte cuenta que no era tu cama.
Kai rió y contestó: —LuHan
hyung y los otros te trajeron aquí. Te desmayaste.
Le miraste con confusión. Tu
mente estaba nublada e intentar recordar te estaba dando dolor de
cabeza.
Miraste alrededor y finalmente
te diste cuenta que estabas en una de las camas de la clínica. No
había nadie más que ustedes dos. El cuarto estaba algo oscuro y las
ventanas no dejaban pasar ninguna luz detrás de las cortinas que
sugiriera que seguía siendo día.
—¿Por cuánto tiempo he
estado aquí? —preguntaste.
—Bueno, has estado
inconsciente por diez horas —te dijo Kai.
—¡¿Diez horas?!
—exclamaste e inmediatamente miraste el reloj de pared. Eran unos
minutos pasadas las tres—. Son las tres de la…
—Mañana —finalizó Kai
por ti.
—Omo —murmuraste. Te
chequeaste y te diste cuenta que tenías un catéter en una de tus
manos, la cual estaba conectada a lo que creíste era solución
fisiológica. Tu otra mano tenía una pulsera de goma unida a tu
muñeca. Te diste cuenta que era el causante del bipido. Tenía una
pequeña pantalla digital en la cual podías leer el número 137.
—¿Y esto? —preguntaste,
mostrando el brazalete a Kai.
—Es algún tipo de
pulsímetro, según el doctor Jung. Le enviará una señal si
llegases a tener taquicardia otra vez —te dijo.
—¿Taquicardia?
—Tuviste taquicardia cuando
te desmayaste. Tu corazón latía el triple de lo normal que un
corazón humano, de acuerdo con el doctor Jung. Normalmente, la
mayoría de los monstruos tenemos palpitaciones más elevadas que las
del ser humano, pero en tu caso, estabas en tu forma humana y tu
cuerpo es casi un 80% humano —te informó.
Lo miraste en blanco y
colocaste tu mano sobre el corazón distraídamente. Gracias al
cielo, parecía latir normal. No tenías una pista de lo que había
ocurrido antes, ya que no lo habías experimentado antes, hasta donde
recordabas.
—¿Dijo el doctor Jung que
estaba mal?
—No lo sé. No nos lo dijo
aún. Dijo que iba a buscar más información.
—Oh. De todos modos, ¿por
qué estás aquí? ¿No deberías ir a dormir?
—No puedo hacerlo. No es
como si tuviese clases mañana. —Se encogió de hombros—. ¿Cómo
te sientes?
—Bien, supongo. Algo mareada
—contestaste.
—¿Quieres que te haga
sentir mejor? —te probó. Automáticamente le frunciste el ceño—.
¿Qué? —Él rió—. Te garantizo que te gustará. Y es gratis
—dijo seductoramente.
—¡No estoy interesada!
¡Aish! ¿Por qué eres tan pervertido? —gruñiste, pero él solo
se rio. Eventualmente reíste con él, y diste un largo suspiro
después.
¿Por qué estamos riendo
como si todo estuviese bien?
—Ya —te llamó.
—¿Hmm?
—¿Qué es ese suspiro?
—Mañana… quiero decir,
más tarde, tú y ChanYeol, realmente ellos van a… —Te encogiste
de hombros al no encontrar las palabras correctas.
—Supongo que lo harán —dijo
Kai, su expresión nunca cambió, como si no fuera un gran tema.
—Pero… —suspiraste
esperanzada—. ¡No lo permitiré!
Kai rió y te apretó la nariz
gentilmente. —Tonta. Ya está decidido.
No contestaste y solo miraste
tus manos abatida.
—No es tan malo. Si lo
piensas bien. No tendré que saltarme las clases más. También me
zafaré de sentarme en las clases del Rey de los Demonios —dijo Kai
y se recostó sobre la cama junto a ti.
—¡Y-ya! —gritaste,
intentando tirarlo de la cama.
—Ahh… —contuvo un
suspiro, ignorándote, y se recostó cómodamente en tu cama, con sus
piernas cruzadas y ojos cerrados.
—¿Qué hay sobre los
estudios?
—Hay en Busan. Además no es
como si quisiera estudiar —contestó sin abrir los ojos.
—¿Y el equipo?
—preguntaste, pero él no contestó. Suspiraste y sacaste la mirada
de él—. Lo siento.
—¿Por qué?
—Los metí en problemas. Y
ni siquiera pude ayudar en el testimonio. En realidad, creo que solo
empeoré las cosas —dijiste mirando tus manos.
Kai abrió uno de sus ojos y
te miró con una expresión severa.
—¿Qué dices? —dijo,
cerrando sus ojos de nuevo—. Lo que ChanYeol y yo hicimos fue
nuestra decisión, no tiene nada que ver contigo. Si te intimidó o
no, ese bastardo seguiría intentando darnos una paliza de una u otra
forma. Así que deja de estar de mal humor. El mundo no gira a tu
alrededor, lo sabes.
—No dije eso. —Le miraste
amenazadora, pero él solo rió.
—Y deja de hacerte
intimidante —te dijo—. Escuché lo que pasó en la enfermería.
Nada hará que cambien de decisión a este punto. Así que no te
metas en ningún otro problema. —Se levantó y tomó tu barbilla
para que le dirigieras la mirada—. ¿Entendido?
Le frunciste el ceño y
separaste tu barbilla de su mano. No importaba lo que dijera, tan
solo no podías solo sentarte mientras tus amigos eran expulsados
tras un incidente que te involucraba.
—Ya —dijo Kai y tomó tu
rostro una vez más—. Si no contestas —dijo suavemente y acercó
su rostro al tuyo—. Te besaré.
—¡Ya! ¡Alejate,
pervertido! —gritaste y lo empujaste de la cama. Él cayó riendo—.
Ah, en serio —gruñiste.
—Ahora está mejor.
Intimidar no va bien contigo —dijo Kai parándose y sacudiendo sus
manos—. Bueno, entonces. Te veo cuando me veas. —Sacudió tu
flequillo y se dirigió a la puerta. Te diste cuenta que había ido
para decirte adiós.
—Kai —le llamaste cuando
estaba a punto de irse.
Kai paró en la puerta y
esperó por lo que fueras a decirle, pero solo lo miraste, sin saber
que decir. Todo lo que sabías era que cuando saliera por esa puerta,
quizá no lo verías de nuevo.
—Finalmente me llamaste por
mi nombre —sonrió—. Sé una buena niña cuando me vaya. —Te
guiñó antes de finalmente salir del cuarto.
La puerta se cerró tras él
con un gentil click. El cuarto estaba en silencio excepto por el tic
tac del reloj. Pero el silencio no te daba ningún sentimiento de
paz, sino el reflejo del vacío que se sentía en tu corazón.
ChanYeol y Kai probablemente
eran las personas que más te habían molestado cuando llegaste a
Monster Academy. Eran ruidosos, alborotados, y no te traían más que
problemas. Recordabas que siempre refunfuñabas cuando estaban cerca.
No te diste cuenta lo mucho que podrían significar para ti, ellos y
todo el equipo de fútbol. No podías imaginar tu vida en MA sin las
burlas y ofensivos pervertidos juegos de Kai, o la fuerte voz y los
estúpidos arrebatos de ChanYeol, o como ellos siempre te meterían
en problemas solo por sentarte junto a ellos. Pero si tú te estabas
sintiendo mal sobre todo esto, estabas segura de que el equipo de
fútbol se estaría sintiendo incluso peor.
—ChanYeol… Kai… ¿qué
debo hacer? —Lloraste hasta caer dormida.
—Finalmente despiertas —te
saludó el doctor Jung, mientras le mirabas. Buscaste tus anteojos y
lo encontraste en la mesa junto a la cama.
—Mmm —gruñiste ante tu
repentino dolor de cabeza cuando te moviste. Se sentía como si
hubiese miles de personas tocando el tambor dentro de tu cabeza. Tus
ojos se sentían pesados y secos.
El doctor Jung desapareció
detrás de una cortina que separaba las camas del resto de la
clínica.
—Sobre la hora que
despiertas —le escuchaste decir—, ya pasó el almuerzo pero
deberías comer. No has comido nada… ¡Whoa! —exclamó cuando
volvió y vio tus ojos e hinchados ojos—. No es un espectáculo
agradable el que tienes ahí.
Sentías los ojos detrás de
tus anteojos con una de tus manos, aunque no te tenías que hacer eso
para saber que estaban muy hinchados ya que tus ojos se sentían
pesados y como si se fuesen a salir de sus cuencas.
—¿Cuántos ríos lloraste
para torturar tus ojos de esa manera? —preguntó el doctor Jung
mientras colocaba una bandeja con comida en la mesa junto a la cama—.
Déjame adivinar —dijo acercando una silla a tu cama y se sentaba
en ella—. Por tus amigos.
Eso finalmente trajo de vuelta
tus sentidos e inmediatamente miraste la hora. Ya eran la una y
treinta de la tarde, y sabías que era de tarde, ya que la escena
desde fuera de la ventana era el día. Entraste en pánico debido a
que era demasiado tarde.
—¡¡Kai y ChanYeol!! Ellos
ya han sido… —apagaste tu frase. No podías decir la palabra que
habías temido por tantos días.
—No aún. Pero están en
medio de la última reunión justo ahora. Sus familiares arribaron
esta mañana para oír el anuncio final —informó el doctor Jung.
Mordiste tus labios. Lagrimas
comenzaron a formarse en la esquina de tus ojos. No querías comenzar
a llorar de nuevo frente al doctor Jung.
—Lo siento por tus amigos
—dijo sincero—. Sabía que todos estaban teniendo tiempos duros.
Pero ya sabes, siempre hay algo bueno en todo. Y supongo que para ti,
hay una buena lección para aprender de todo esto.
—Que no debería mentir
—dijiste con la voz quebrada.
—Bueno, no en realidad.
Mentir algunas veces no es malo del todo, al menos para mí. Sabes
que tenías tus razones para mentirme, y no creo que hayan sido
malas.
—No —acordaste, y tus
lágrimas comenzaron a caer incontrolablemente, sin importar lo mucho
que intentaste reprimirlas.
No quería que ChanYeol y
Kai fueran expulsados. No quería darle a todo el equipo de fútbol
problemas.
—Entonces no es realmente la
mentira, más bien, la razón por la que mentiste. No tenemos que
saber tanto de los demás, así que no sé qué tipo de vida social
tenías en casa, también sé que no eres muy popular entre los demás
chicos. No diría que eres antisocial, quizá más bien una clase de
idiota social.
—¡¿Qué!? —gruñiste
ante su término entre sollozos.
—Pero ya sabes, te lo he
dicho antes, no actúes como si no tuvieses amigos. Siempre tienes
esa actitud de querer cargar con todos los problemas —dijo.
—Solo no quiero darle a
otras personas problemas —explicaste.
—Lo cual, irónicamente, te
mete aún más en problemas —dijo—. Si a eso te referías o no
—agregó cuando estabas a punto de argumentar contra ello—.
JooRi, está bien pedir ayuda de vez en cuando a otras personas. No
significa necesariamente que les estás metiendo en problemas.
Significa que confías en ellos. Ningún hombre es lo suficientemente
fuerte para vivir solo.
Suspiraste porque sabías que
de alguna forma tenía razón. Si no te hubieses guardado las
intimidaciones para ti misma, las cosas no podrían haber hecho todo
peor.
—Hablando de la fuerza,
debes recuperar la suya, señorita. Así que —dijo, colocando el
almuerzo delante de ti—. ¿No me preguntarás que te sucedió?
—preguntó.
—¿Qué paso? —pregúntaste
por hacerlo. La verdad, esa era que la menor de tus preocupaciones en
ese momento. Tu mente solo estaba repleta de Kai y ChanYeol y la
espera de que sucedería con ellos esa tarde.
El doctor Jung suspiró.
—Liberaste tu Core.
—¿Qué? —preguntaste a lo
que te había dicho, arrancando tus pensamientos de tus amigos.
—Solo un poco, pero tu
cuerpo no estaba listo para eso, ese es el porque reaccionaste de esa
manera. Como te he explicado antes, la mayor parte de tu cuerpo sigue
siendo humano, y la verdad es que no estás calificada para usar tu
Core despierto, todo tu cuerpo no pudo manejar toda esa energía
liberada —explicó.
—Oh —murmuraste,
considerando lo que te dijo—. Supongo que no soy un monstruo
después de todo.
—¿Qué? —preguntó el
doctor Jung riendo.
Estabas comenzando a
preguntarte si todo lo respectivo a ti siendo un monstruo no había
sido más que una enferma broma ya que no estabas preparada para usar
el Core no importaba lo mucho que lo intentases.
—Sigo investigando sobre eso
—dijo cuándo no respondiste—. Mientras tanto, necesitas
recuperar tu fuerza. Llámame cuando termines de comer. Bon appétit
—dijo, colocando una lata de coca en la bandeja, lo cual te hizo
dar cuenta que era la misma gaseosa que el director te había dado el
día anterior. Uno de los chicos debía haberla dejado ahí.
El doctor Jung desapareció
tras la cortina hacia el sitio de espera de la clínica, dejándote
disfrutar tu almuerzo, pero solo mirabas la comida en blanco. El
sonido del reloj de pared parecía hacerse cada vez más fuerte a
medida que los segundos pasaban. No podías probar un solo bocado
mientras el tiempo pasara y sabías que no podrías ver a tus amigos
de nuevo.
Secaste otra lágrima,
lanzando una mirada al reloj de pared por enésima vez. Deseaste que
hubiese algo que pudieses hacer, lo que fuera.
Ni siquiera el director nos
puede ayudar,
pensaste con amargura, mientras tus ojos volvían a posarse en la
lata que te había dado.
—Recuerden que nunca es
demasiado tarde —lo
que te dijo volvió a tu cabeza.
Pero ya hicimos todo lo que
podíamos,
suspiraste desesperada.
—Generalmente, la
pregunta no es qué es lo que quieren creer, sino a quién eligen
creer…
Tus ojos lentamente se
ampliaron al darte cuenta. Empujaste la comida y literalmente
saltaste de la cama. Estabas a punto de correr cuando sentiste un
dolor en tu mano. Entonces recordaste el catéter. Dudaste antes de
rápidamente quitártelo. Jadeaste ante el repentino dolor y
presionaste con tu otra mano el sitio.
—¡Ya! ¡¿A dónde vas?!
—gritó el doctor Jung cuando corriste a través del cuarto hacia
la puerta.
—¡A salvar a mis amigos!
—le gritaste saliendo.
El doctor Jung te dirigió una
sonrisa. —Entonces finalmente se dio cuenta.
Corriste por los pasillos. No
te importaba si usabas la bata del hospital o si no estabas usando
nada en tus pies. Seguías sintiéndote mareada, y casi caíste al
suelo en varias ocasiones, pero eso no te hizo parar.
¿Por qué no lo pensé
antes? ¡Tonta! Te
reprimiste mentalmente.
No sabías cuando comenzaría
la reunión o cuánto duraría. Corriste más rápido. Cada segundo
podía ser importante.
¡ChanYeol! ¡Kai! ¡Oh,
Dios, por favor, haz que esto funcione y déjame llegar a tiempo!
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