lunes, 26 de agosto de 2013

Había una vez una princesa






Había una vez una princesa. Una hermosa princesa que vivía sola en un castillo. Pocos conocía sobre su existencia, pero nadie sobre su paradero.

Cada día se la pasaba observando los cambios de las hojas del árbol que daban en su ventana. Y miraba como el color verde de la hoja se hacía más oscuro o más claro, dependiendo como el sol llegaba a ella. Tardó diez años en poder memorizar por completo aquel hermoso árbol que tanto llamaba su atención. Luego de que notó que cada detalle estaba dentro de su mente, comenzó a dibujarlo. Cada color, cada imperfección, cada pequeño detalle de ese árbol, ella lo conocía, desde la ubicación de la primera hoja de la primavera, a cuál era el tipo de lluvia que más le gustaba.

Conocía cada cambio de humor, cada pequeño decorado de su tronco. Ella no sabía cómo hablar, pero sabía cómo expresarse sin conocer las palabras. A veces tarareaba sonidos que había escuchado en el bosque, como el canto de un ave, o el golpeteo de las pequeñas ardillas para buscar comida.

Y así pasaron otros diez años, antes de que consiguiera terminar aquel hermoso cuadro.

Pero la verdad es que esto poco tiene que ver con mi historia… sí, digamos que soy una princesa, por lo menos a los ojos de mi padre. Estuve casi encerrada en casa durante 10 años antes de poder salir y conocer el mundo, no por razones que muchos podrían pensar, sino más bien por una extraña enfermedad que sufrí de pequeña, fui una de las pocas que pudieron sobrevivir, pero eso trajo consecuencias, una de ellas fue que pasé los primeros años de mi vida en coma, y muchos de mis órganos y músculos aún no funcionan del todo bien.

Por ejemplo, tengo un pequeño déficit en cuanto a aprendizaje, por lo que tuve que repetir varias veces los años. Hay veces en las que duermo durante días, no porque quiera, sino porque entro en pequeños coma. Mi padre está acostumbrado, pero ya a mis 25 años, y no podía seguir dependiendo de él durante mucho más tiempo. Quería ser independiente, mas no podía.

Puede decirse que mi vida apesta, es difícil y no la quiero seguir viviendo… o por lo menos deseaba que fuera así hasta que los conocí.

Sí. Eran músicos. Unos cantantes y bailarines como muchos otros. Pero para mí era como una familia, eran mi familia. Quizás no habían sufrido lo que yo, pero creo que la casi muerte de uno, la ida de otro, era algo horrible vivir. Cada una de sus historias, de todo lo que sacrificaron por estar donde estaban. Quizá no fueran los mejores, pero para mí no podía existir algo más unido y con cariño que ellos.

Supongo que todavía pensarán que tiene que ver lo que escribí antes… bueno, digamos que los primeros años que la princesa estuvo observando el árbol era yo observando a ese grupo de personas. Y los siguientes… bueno, eso es algo que podría resumir como: escribir.

Así es. Por alguna razón, mi enfermedad, que había dejado mi cabeza lenta, me ofrecía hermosas palabras, las cuales utilicé para escribir. Escribí historias, escribí poemas, escribí letras de canciones, una de las cuales ganó un concurso para dedicarme a eso, que más que yo deseara que vivir por mí misma y ayudarme con mi enfermedad a la vez. Por alguna razón, cuando me concentraba en escribir, no sufría de desmayos o vómitos, es más, me sentía como cualquier otra persona.

Escribía sobre ellos, lo que me hacían pensar. Me basaba en sus vidas, en las canciones que sacaban. A veces cantaba, pero tampoco se me daba muy bien.

Dije que había ganado aquel concurso, yo no lo sabía, pero mi padre había enviado varias de mis canciones a diferentes firmas discográficas, llegando a manos de extranjeros. Era algo extraño, lo sé, demasiado perfecto para que alguien pudiese creerlo, pero luego de un mes de haber recibido la oferta estaba despidiéndome de los pocos amigos que había hecho a lo largo de mi vida. Mi padre, profesor de inglés, me acompañó. Yo no era buena en los estudios y los idiomas se me daban fatal, principalmente.

Ganaba bien. Pero a veces me sentía asfixiada por el estrés de no tener inspiración. Una vez no pude escribir durante un año completo porque no se me ocurría absolutamente nada sobre qué hablar. Me dieron ese tiempo de vacaciones, pero cuando regresé me esperaba una gran sorpresa.

Mi siguiente trabajo era para una empresa extranjera. Para ser exactos, de Corea del Sur. Fue cuando pude recordar a mis amados ídolos, quienes me habían inspirado a ser lo que era. Hacía años que se habían separado. Algunas veces escuchaba una que otra noticia por la televisión o internet. Sabía que algunos habían seguido su carrera como solistas, coreógrafos, actores e incluso productores.

Me sorprendí, me dijeron que habían decidido juntarse los quince para hacer un nuevo concierto y necesitaban un par de nuevas canciones.

Supongo que conocen la respuesta que di. Es demasiado obvia como para contarla, pero aquí va: no pedí de remuneración dinero, sino conocerlos y asistir a aquel concierto.

Escribí la canción más hermosa que se me pudo ocurrir. No contaba una historia sino muchas. No solo se volvían a juntar, sino que siempre habían mantenido contacto, juntándose a cenar, visitando a sus familias. La mayoría se había casado y tenían hijos. Todas las fans estuvieron de acuerdo con sus compromisos, sus esposas eran hermosas y amables, sus hijos no los habían presentado, pero suponía que serían igual a ellos.

Cuando los conocí no pude más que llorar. Eran muy mayores, ya rozaban los 50 años. No les pude hablar, porque sabía que no me entenderían, aun viviendo durante veinte años en el extranjero no había aprendido a hablar en inglés, y mucho menos en coreano.

Tengo muchos recuerdos sobre aquella tarde junto a ellos. No me obligaron a hablar, ni tampoco ellos lo hicieron. Me cantaron una canción y bailaron conmigo, no de una manera profesional, porque gracias a mi enfermedad, mi cuerpo es algo deforme para una persona normal, además de que mis músculos jamás habían reaccionado como yo lo deseaba. Ellos se mostraron pacientes y amables respecto a ello. Me saqué fotos e incluso me regalaron algunos de sus álbumes firmados por ellos.

Y su concierto… ¿Qué puedo decir sobre ello? Fue perfecto, impresionante. Como solo ellos son capaces de actuar. A pesar de su edad se movían bien, más lento y no se arrastraban por el suelo, pero seguían siendo el perfecto grupo de baile que siempre fueron. Y con respecto a sus voces… no habían cambiado en absoluto, realmente desde la nota más alta, hasta la más insignificante, sonaban y se complementaban perfectamente.

Cuando sonó aquella canción, la cual yo había escrito, me sorprendieron. Todos bajaron del escenario y tomaron mi mano para conducirme a una silla preparada. Me senté allí y escuché la canción con los ojos cerrados, jamás hubiese pensado que una de mis letras, a pesar de haber sido traducida a otro idioma, sonara tan bien, tan perfecta, como yo la había soñado.

Cuando todo terminó, los saludé. Les agradecí y lloré un poco más.

Mi sueño se había cumplido, tenía muchos años, más de los que cualquiera con mi enfermedad hubiese cumplido.

Y ahora, en mi lecho de muerte, dejo este mensaje para todos los que sean fans. Nunca se rindan, sepan que los sueños se cumplen. Yo soñaba con escribir y me encontré con que la vida me regaló algo más.

Mi padre y mi mejor amiga, quien después de dos años se mudó conmigo, a quien  mostraba cada una de mis letras antes de presentarlas en la empresa, quien insistía, a pesar de mis terribles fracasos, a que aprendiera a hablar en inglés. Ambos me están acompañando en este momento. Sé que se ven tristes y que luego leerán esto… Papá, por favor, no dejes que mi ida te afecte, sabes tan bien como yo que algún día tendría que irme, lo hice tarde, para que disfrutemos más, así que no llores por mí. Y amiga, sé que parece que fue poco el tiempo que estuvimos juntas, pero quiero que sepas que adore cada segundo que me abrazabas, reías, apoyabas… ¿y porque no? Que me regañabas por mi testarudéz de no querer estudiar el idioma de donde vivíamos, solo te quiero decir que no era porque no quisiera, odiaba tener que depender de los demás para comunicarme, solo tenía vergüenza, así es vergüenza de quien era, a pesar de que sabías que era difícil para mí aprender, decidí que era mejor no saber y que no descubrieras cuanta era mi estupidez. Realmente lo siento, a ambos, por dejarlos ahora. Pero ya no soporto todo esto, el dolor es cada vez peor, la comida me afecta demasiado…

Los amo.


Rocio…

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